Toda noción de la psicopatología
debe medirse à la angustia [nota 1]. De modo recíproco,
hablar de angustia implica una teorización psicopatológica.
Esto es algo que Henri Ey afirma con fuerza en el Estudio N°15 : "La
semiología de la ansiedad constituye más una perspectiva
psicopatológica que la descripción de un síntoma.
Ese es precisamente el sentido que hemos querido darle a este estudio"
[2]. Autorizándonos de esta cita, nos proponemos explorar un sentido
posible del Estudio desde la perspectiva de una lectura cruzada con la
crítica de la noción de « biopolítica »
que hace Giorgio Agamben en su libro
Lo abierto [1]. La inspiración
de esta relectura nace de una curiosa errata que descubrimos en el texto
original de H. Ey, y que - siguiendo el aforismo de Aby Warburg, «
Dios
se encuentra siempre en los detalles » -, nos ha guiado en este
comentario.
Podemos dar dos razones principales
para leer en contrapunto ambos textos : por un lado, lo abierto
filosófico del cual trata el libro de G. Agamben evoca una relación
al mundo en la cual encuentra su lugar la angustia del humano de la que
habla el Estudio de H. Ey. Por otro lado, la hegemonía de lo que
se llama biopolítica en las gobernancias contemporáneas (en
las cuales la salud mental tiene un lugar privilegiado) tiende a hacerla
desaparecer de la escena del mundo. El encuentro que imaginamos entre H.
Ey, psiquiatra humanista, y G. Agamben, filósofo de la post-modernidad,
se produce en la intersección de un rechazo común al encierro
que introduce la biopolítica sobre la angustia del ser humano.
Biopolitíca, angustia, estrés
Para introducir la biopolítica,
distintos autores estudiosos de la noción nos conducen al libro
La
política, en el cual Aristóteles introduce una distinción
entre zoé (« la mera vida » o « vida desnuda
», el simple hecho de vivir) y bios (la forma o la manera
de vivir propia a un individuo o un grupo). Con esta distinción,
el griego confronta y separa el hombre del animal y las plantas. Las composiciones
y recompositions de este « conflicto esencial » [1]
entre las nociones de humano y de animal es lo que aborda G. Agamben en
su libro : el conflicto entre lo abierto y lo no-abierto a través
de diferentes consideraciones teológicas, filosóficas, científicas
y también políticas. G. Agamben recuerda que los resultados
de lo que llama « la máquina antropológica »(la
elaboración de la naturaleza humana por la metafísica)
[nota
2] se han revelado a menudo decepcionantes, cuando no trágicos,
en su incesante búsqueda de lo humano y la paradójica producción
de lo inhumano. |
|
La « biopolítica »
puede definirse por la incorporación de fenómenos propios
a la vida de la especie humana en el campo de las técnicas políticas.
Dicho de otro modo, el hecho de « tomar a cargo la vida » por
« el derecho » (Michel Foucault dice el poder [nota
3]), cuyas variantes contemporáneas toman la forma del «
derecho a la felicidad », « derecho a la salud », «
derecho humanitario », etc. En la intersección entre «
el cuerpo » y « la población », la mera vida se
vuelve el objeto de políticas.
La angustia es justamente una noción
que permite sacar a luz - de modo privilegiado para el psiquiatra - el
conflicto biopolítico contemporáneo, dado que en ella sobrevive
la confrontación histórica entre las humanidades y
el cuerpo, entre lo humano y lo animal. Actualmente, la importancia cada
vez mayor que se acuerda en psiquiatría a la noción de estrés
en detrimento de la angustia traduce de modo inquietante el desvanecimiento
progresivo del llamado conflicto histórico. Como dice Slavoj Zizek
: «
El signo más claro del dominio de la biopolítica
es la obsesión por el estrés » [6]. Y la biopolítica
contemporánea parece asumir la mera vida como la única tarea
« (im)política » [1], lo que parece coincidir
con la animalización integral del hombre y la desaparición
de su angustia.
La angustia y la condición humana.
Digamos aquí que la preocupación
de H. Ey « de ir al fondo de las cosas » le confiere
a sus textos un valor heurístico que resiste bien al paso del tiempo.
Tratemos de señalar a través de algunas de sus ideas principales
en qué puntos su escrito de 1950 encuentra la cuestión biopolítica
analizada por el filósofo italiano. El Estudio N° 15 comienza
con algunos comentarios sobre la « condición humana
» y se termina por un breve comentario en nota de pié de página
de un artículo de Günther Stern [nota 4] (primer
marido de Hanna Arendt, más conocido como Günther Anders, pseudónimo
con el cual firma la mayoría de sus textos posteriores) cuyo título
es « Patología de la libertad » [nota 5],
que trata según H. Ey de una intrigante concepción marxista
de la angustia. Entre ambos jalones se encuentra una cita de Sjören
Kierkegaard a la cual H. Ey le presta una atención muy particular
y que cimenta el lazo que establecemos entre el Estudio N° 15 y Lo
abierto de G. Agamben. Es una cita del célebre libro del danés,
El
concepto de la angustia : « Si el hombre fuese ángel
o bestia, no conocería la angustia » [2]. El interés
de H. Ey revela que la problemática de la cual trata el libro de
G. Agamben no le es indiferente, y de acuerdo a esta perspectiva, el hombre
se encuentra en algún lugar entre cielo y tierra y ese lugar propio
justamente es la angustia.
H. Ey no solamente afirma que la angustia
constituye « uno de los reflejos más específicos
del alma humana »», sino que ella estructura « todos
los estados psicopatológicos [2]. Entre el ángel
y la bestia de S. Kierkegaard se sitúa entonces el hombre cuyo propio
es la angustia y su posibilidad intrínseca la locura. La cita de
G. Stern (o Anders) a la que nos referimos es entonces algo más
que una curiosidad. Ella deja pensar que H. Ey no desconoce los debates
que libran un grupo de refugiados en el París de los años
1930 : el mismo G. Stern, Walter Benjamin, Alexandre Koyré y Alexandre
Kojève [nota 6]. El problema que debaten es «
el fin de la Historia », entendido como el fin de las tareas históricas
que la humanidad se asigna a ella misma : el arte, la filosofía,
la política, la guerra. En otros términos, el fin de la Acción
y de la Negatividad en la Historia [nota 7].
El fin de la historia del Hombre trae
como consecuencia el interrogante sobre la naturaleza del animal humano
post-histórico, un ser integralmente consagrado a su felicidad y
por lo tanto desprovisto de angustia y de negatividad existencial. El tema
es ásperamente debatido entre A. Kojève y Georges Bataille,
y en la lectura del libro de G. Agamben podemos divertirnos con toda la
carga de ironía de sus elucubraciones [1] [nota 8].
Imaginamos que H. Ey, el psiquiatra humanista que combate con todas sus
armas intelectuales contra la noción de « la muerte del hombre
» que le atribuye a M. Foucault, no tiene la menor simpatía
hacia esa idea. Y sin embargo, esta marca de su interés revelada
en la errata, es lo que nos permite imaginar un encuentro posible con G.
Agamben, quién por su parte no manifiesta ninguna simpatía
por la biopolítica.
Angustia y esquizofrenia
¿Qué relaciones podemos
establecer entre este universo un poco esotérico, y el a priori
tan alejado mundo terrenal de la psiquiatría ? Tomemos muy brevemente
el ejemplo de la esquizofrenia y veamos que brechas se abren en las teorizaciones
clínicas en psiquiatría. Debemos constatar la total ausencia
de la angustia en los criterios diagnósticos de la esquizofrenia
del DSM. Ello marca una diferencia conceptual mayor con lo que propone
el Estudio de H. Ey quien afirma con énfasis que la angustia está
indisolublemente ligada « bajo sus aspectos de discontinuidad,
de ambivalencia y de irregularidad, a los trastornos más profundos
del pensamiento esquizofrénico » [2]. Para H. Ey, no se
puede pensar la esquizofrenia ni su clínica sin pensar la angustia.
En contraste, se puede deducir que el esquizofrénico « post-histórico
» que emerge del DSM no sabe nada de la angustia. Notemos que al
mismo tiempo que la angustia se evacúa del pensamiento psiquiátrico,
surge un interés creciente por la noción de estrés
[nota
9], no solamente en la esquizofrenia [3], si no de modo cada vez más
penetrante en el conjunto de la llamada salud mental [nota
10]. En todos estos cambios de perspectiva podemos percibir como se
desdijuja el rostro del « Hombre histórico » y ver aparecer
en su lugar un animal humano cada vez más parecido al animal de
laboratorio (que recordemos, no es otra cosa más que un animal humanizado).
La angustia : entre zoé y bios (lo
humano vs. la animalidad del hombre)
Continuando desde esta perspectiva nuestro
comentario, abordemos un aspecto esencial de la clínica de la angustia,
que se borra cuando la referencia principal es el estrés : las relaciones
entre zoé (la mera vida de los griegos) y bios (la
forma-de-vida de G. Agamben). El Estudio de H. Ey aborda de frente la problemática
brecha que separa al cuerpo del mundo, lo que nos permite entender mejor
la sorprendente identidad especulativa que se lee en su texto : el problema
de la angustia reúne bajo su pluma al espasmo gástrico, la
constipación, el sudor, etc., como manifestaciones del cuerpo angustiado
(zoé), junto a cuestiones existenciales como la libertad,
el compromiso en un proyecto o la creación, en los cuales el humano
se enfrenta al abismo de su mundo (bios). El hombre sería
para el catalán la forma de vida en la cual lo más sublime
se anuda y se confronta a lo más bajo, y la angustia se revela como
el afecto propiamente humano situado entre la intimidad más animal
del cuerpo y el ser-en-el-mundo de los filósofos.
No quedan dudas de que H. Ey piensa
y construye así su clínica, ya que no cesa de confrontar
lo que llama los « accidentes corporales » de la angustia,
«
localizados en tal o cual « lugar afectado » del cuerpo
», con los « sucesos catastróficos tomados en la
masa de un mundo » [2]. Se abre así un campo clínico
en el cual la « angustia vivida » se anuda a la «
angustia
hablada », constituyendo así los dos extremos que lo delimitan.
Por un lado « su límite inferior », el angor
o la constricción, en la cual la angustia es meramente «
vivida como un « simple » dolor », lo que H. Ey llama
« la ansiedad somática real ». El otro límite,
que se opone y se confunde al mismo tiempo, lo constituye la angustia hablada,
aquella que se manifiesta como « una conmoción total de
la existencia pasada, presente, futura y aún posible »
[2]. Ambos aspectos formando parte de un solo y mismo problema : el cuerpo,
el lenguaje y el tiempo. En los intervalos así creados, H. Ey despliega
en el Estudio su arte de clínico. A partir de esta contradicción
propia a la noción de angustia, H. Ey revisa e interroga sus manifestaciones
en cada una de las formas psiquiátricas (neurosis, psicosis, trastornos
de la personalidad, etc.), explorando minuciosamente las relaciones existentes
entre la discontinuidad (la crisis) con la continuidad (la organización),
entre lo agudo (el angor) con lo crónico (la constitución),
de lo vivido en el campo de la consciencia (la sincronía)
con la construcción histórica de la personalidad (diacronía).
Una suma considerable de textos psiquiátricos, neurofisiológicos,
psicoanalíticos y filosóficos, son convocados y encuentran
allí su lugar.
El Estudio permite ver surgir la angustia
como la juntura entre la « mera vida » y el « Dasein
», entre el cuerpo biológico y lo que H. Ey define como «
aquello
que es lo más nosotros mismos ». Ella se ve así
diferenciada irremediablemente de un simple disfuncionamiento de la animalidad
humana con respecto a su medio, como lo supone en cambio la noción
de estrés [3] [nota 11]. Ella es la «
consciencia
de nuestra naturaleza y de nuestro destino », dice H. Ey, que
se expresa « a través de los dispositivos
[nota
12] que representan en nuestro organismo los caracteres de la especie
a la cual pertenecemos y que por el gozo, el dolor y la pena toman una
figura humana » [2]. Retengamos de esta frase, que permite muchos
comentarios, que la angustia aparece así como el operador entre
la naturaleza y el destino.
La angustia : operador de la relación
del hombre y el mundo
Si para H. Ey la angustia expresa a
través del dispositivo del cuerpo humano la relación que
le es específica con el mundo, no puede sorprendernos verlo recurrir
junto a G. Agamben a Martin Heidegger, citado varias veces en el Estudio
[nota
13]. G. Agamben comenta en Lo abierto la tesis de M. Heidegger
según la cual « la piedra es sin mundo », «
el
animal es pobre en mundo » y « el hombre es formador
de mundo » [1]. Una de las ideas centrales del libro es mostrar
de qué modo M. Heidegger elabora las ideas del zoólogo Jakob
Von Uexkull [5] sobre el «
mundo humano » y los «
mundos
animales », ideas elaboradas al mismo tiempo en que los refugiados
parisinos a los que nos referimos antes elucubran sobre el fin de la historia.
Para M. Heidegger un stimmung [nota 14], «
el estupor », define la relación que el animal establece con
su medio. Esta relación « pobre en mundo » es la que
se encuentra presupuesta entre el estrés y los estresores (llamados
también life-events, según una terminología
en voga) : en el medio del animal existe una estrecha unidad funcional
entre una serie determinada de elementos « portadores de significación
» y los órganos perceptivos, encargados de percibir la marca
y de reaccionar a ella. H. Ey no deja escapar este aspecto en su Estudio
cuando comenta el « espanto [con que] ciertos fenómenos
meteorológicos afligen a los animales » [2]. Pero cuando
se trata de los humanos, H. Ey muestra que la relación no se establece
con el medio sino con el mundo, y el stimmung que señala
la apertura original del ser humano al mundo es la angustia [nota
15]. Lo abierto constituye para M. Heidegger esa relación
esencial entre el ser y el mundo [1]. Y el mundo humano, tal como aparece
en el Estudio de H. Ey, es un mundo de proyectos, de imaginación
y de « abismos del tiempo » [2]. El medio animal y el
mundo humano aparecen entonces como irreductibles, a menos de proceder
a « una monstruosa antropomorfización del animal [...]
y a una animalización correspondiente del hombre », según
la frase que acuña M. Heidegger [1].
La angustia y el terapeuta
H. Ey afirma que « la angustia
está al centro de nuestra existencia » [2], lo que vuelve
legítimo cuestionar en qué medida no se trata solo de un
problema teórico filosófico y en qué medida ella concierne
al psiquiatra cuya tarea es clínica y terapéutica. H. Ey
dice incluso que si « para la mayor parte de los autores [...]
la psicopatología de la ansiedad puede detenerse » al
abordaje de las formas mórbidas, allí comienza para él
el estudio específico de la angustia del humano. La distinción
entre « ansiedad mórbida » y « angustia
humana » es la respuesta que propone en su Estudio. No dejamos
de encontrar un eco con la distinción que elabora recientemente
el psicoanálisis lacaniano entre «
angustia constituyente
» y « angustia constituída » [4] [nota
16]. En ambos casos, tratar la angustia o « desangustiar »,
no equivale a suprimir el estrés. La articulación del Estudio
N°15 demuestra que no hay en él ninguna proposición para
« curar la angustia », ningún « punto cero »,
ni equilibrio homeostático. La operación terapéutica
fundamental, implícita en su construcción, consiste en pensar
una transformación de la angustia que, del obstáculo del
laberinto y del angor, pueda abrir sobre lo abierto, o según
los propios términos de H. Ey, conduzca a la angustia como «
emoción
de lo posible », núcleo « inmanente a la naturaleza
humana » [2]. Lo que en la antropología humanista que
es el marco constante de su pensamiento, H. Ey enuncia con una cita de
S. Kierkegaard que califica de « fulgurante » : «
La
angustia es la realidad de la libertad como posibilidad que se ofrece a
la posibilidad » [2].
Conclusión sobre lo abierto y la
angustia
La curiosa errata de la que partimos
en la relectura del Estudio de H. Ey a la luz del pensamiento de G. Agamben
nos permite inventar pasarelas inesperadas entre dos pensamientos destinados
a priori a permanecer en regiones separadas : la obra de un médico
humanista que recoge una tradición histórica y la de un filósofo
crítico de la post-modernidad. Le encontramos un cierto interés
en un momento en el cual esta extraña operación que pemite
pensar la idea de biopolítica parecer ser la tarea política
suprema. Si como lo afirma con ironía G. Agamben, la idea hegelo-kojeviana
de « fin de la Historia » nos señala la clausura contemporánea
de lo abierto, la asunción de la mera vida biológica emerge
como la última tarea que la humanidad se asigna a sí misma
: « genoma, economía global, ideología humanitaria
» [1]. Y si el animal humano post-histórico debe dedicar sus
fuerzas a « lo que vuelve contento al hombre » [1],
la angustia debe desaparecer. Desde esta perspectiva, parece natural utilizar
todas las fuerzas tecnológicas para reducirla. Sin embargo, este
borramiento de la angustia no se produce sin dejar un resto : el estrés,
lo que a su vez necesita nuevas invenciones técnico-políticas
para reducirlo. En este universo, el lugar de una psiquiatría cuyo
afecto primordial es la angustia se retrae hasta desaparecer. En el punto
en el cual G. Agamben nos señala que « la humanización
integral del animal coincide con una animalización integral del
hombre » [1] cobra fuerza el interés de reeditar los Estudios
y de leerlos contra el fondo de problemáticas actuales. Ya que en
definitiva lo que H. Ey nos recuerda es que la angustia que presenta su
Estudio no es reductible ni a « una simple excitación de
los centros de expresión » del cuerpo, ni a una pura génesis
de las « situaciones del medio ». Ella « comienza
» precisamente cuando ya « no la definimos por los condicionamientos
que vuelven « normalmente » ansiosos a bestias y gentes...
» [2].
BIBLIOGRAFIA
1) Agamben G. L'ouvert. De l’homme
et de l’animal (2002), Rivages Poche, Paris, 2006. [Tr. cast. Lo
abierto. Del hombre y del animal, Editorial Pre-Textos, Valencia, España,
2005].
2) Ey H. Etude N° 15 : L’anxiété
morbide (1950), Etudes psychiatriques, vol I, tome II, Centre de
recherche et édition Henri Ey, Perpignan, 2006, pp. 379-426.
3) Ingram R., Luxton D., Vulnerability-Stress
Models, in Hankin B.L., Abela J.R.Z., Development of psychopathology.
A vulnerability-stress perspective, Sage Publications, 2005.
4) Miller J.A, Angoisse constituée,
angoisse constituante, © lacan.com, 2004.
5) Von Uexkull J., Mondes animaux
et monde humain (1934), Editions Denoël, Pocket, Paris, 1965.
6) Zizek S. The parallax view,
Massachusetts Institut of Technology Press, Cambridge, 2006. [Tr. cast.
Visión
de Paralaje, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006].
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capitaliste fou
Notas
____________________
1 H. Ey dice en su Estudio
N° 15 que utiliza de modo indistinto los términos ansiedad
y
angustia.
Nosotros utilizamos preferentemente éste último en razón
de su antigua y prestigiosa tradición.
2 Según
G. Agamben, esta elaboración verifica irónicamente la ausencia
de dicha naturaleza y la mantiene entre una naturaleza celeste y una terrestre,
entre lo animal y lo humano, lo que significa que « el hombre
es siempre algo más y menos que él mismo » [1].
3 M. Foucault
nota que el fenómeno que se produce en el umbral de la modernidad
es la adaptación de los fenómenos de población a los
procesos económicos, el ajuste de la «
acumulación
de hombres » a la del capital (en el capítulo V de Historia
de la sexualidad I. La voluntad de saber, Siglo XXI, Madrid, 1977).
4 En la
edición original de 1950 el autor del artículo figura como
« Gauthier-Stern ». En la presente reedición, dicha
errata ha sido corregida.
5 Jean
Garrabé hace de la « Patología de la libertad »
el hilo de Ariadna de la vida y obra de Henri Ey, lo que nos permite comprender
en cierta forma el tono escueto de la nota mencionada.
6 Encontramos
toda la amplitud de estas discusiones en la biografía establecida
por Dominique Auffret : Alexandre Kojève. La philosophie, l’Etat,
la fin de l’histoire, Editions Grasset & Fasquelle, Paris, 1990.
7 A. Kojève
atribuye esta idea a Hegel en el célebre curso de introducción
a la lectura de la Fenomenología del Espíritu (1933-1939),
y la comenta en una nota de pié de página que actualiza en
las sucesivas ediciones (Kojève A.,
Introduction à la
lecture de Hegel, Gallimard, Paris 1968. [Trad. cast. Kojève
A., La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Editorial
Leviatán, Buenos Aires, 2006]). A través de nuevos comentarios,
el advenimiento del « fin de la Historia » se desplaza de Jena
y Napoleón en 1806, a la URSS, posteriormente a los Estados Unidos
y la China de Mao, para terminar con el refinado esnobismo japonés.
Jacques Lacan le reserva a esta nota un comentario en el prefacio de la
edición japonesa de los Escritos en 1972.
8 Observemos
que no se trata solamente de una quimera de intelectuales. Recordemos que
Francis Fukuyama le da su último toque y por su intermedio la cuestión
se abre camino entre los neoconservadores del equipo de George Bush para
darle cuerpo al « nuevo orden mundial ».
9 Con
el desarrollo en la psicopatología del modelo
vulnerabilidad-estrés
[3].
10 Podemos
verificarlo fácilmente a través de dos artículos de
la prensa publicados el mes pasado : La Nación retoma las
estadísticas del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y designa
al estrés como « la nueva epidemia del siglo 21 »
y el diario francés Le Monde evoca la inquietud que manifiesta
la Agencia europea por la seguridad y la salud laboral ante los
indicadores revelados por un « barómetro del estrés
», un mal que afecta al mismo tiempo « la salud física,
el bienestar y la productividad » (lanacion.com «
El
estrés está detrás de la mitad de las consultas hospitalarias
» por Fabiola Czubaj, 17 de marzo del 2007; lemonde.fr «
Coups
de stress » por Jean-Michel Dumay, 24 mars 2007).
11 Hagamos
una breve mención a la precisión que aporta Eric Laurent
cuando dice que la referencia a la noción de « estrés
biológico » borra completamente las diferentes reacciones
de los sujetos frente al traumatismo. E. Laurent critica la « homogeinización
biológica » que define un estandard de la reacción
del organismo afectado y que « se inscribe en corto-circuito del
Otro de la civilización », lo cual es otra manera de evocar
el corto-circuito del hombre histórico del que hablamos. (E. Laurent,
Le traitement de l’angoisse post-traumatique. Sans standard mais non sans
principe, Quarto N°84, juin 2005).
12 Notemos
aquí todo el sabor del irónico encuentro entre H. Ey y M.
Foucault alrededor del término « dispositivo ».
13 En
el Estudio, las citas de M. Heidegger provienen del libro de Juliette Boutonnier
L’angoisse,
al cual H. Ey recurre en numerosos pasajes.
14 Este
término alemán, utilizado por la filosofía y la fenomenología,
recubre diferentes significaciones : tonalidad afectiva, tonalidad emotiva,
disposición afectiva, la emoción, la atmosfera, el ambiente,
etc.
15 G.
Agamben precisa en Lo abierto que en la conferencia
¿Qué
es la metafíscia ? de 1929, M. Heidegger evoca la angustia como
dicho operador, pero que en el curso dictado en 1929-1930, Los conceptos
fundamentales de la metafísica, el « aburrimiento profundo
» va a ubicarse como una stimmung que precede a la angustia.
16 Es
interesante notar desde la perspectiva psiquiátrica de Henri Ey
que J.A. Miller, en un texto que le es atribuido, señala que la
angustia constituyente, la angustia productiva, se ve sustraída
a la consciencia.